Alfonso Vila Francés nació en 1970 en Valencia, donde actualmente reside. Ha vivido en Orihuela, Madrid, Bruselas y Debrecen (Hungría). Ha escrito en varias revistas, como por ejemplo: Cuadernos del matemático, Dos disparos, Calicanto, El vendedor de pararrayos, Cuadernos del lazarillo, Factorum, Groenlandia, Agora, Acantilados de papel, La bolsa de Pipas, Fábula, El coloquio de los perros, La ira de Morfeo, Hypérbole, Papel de Periódico, Highway magazine, The way out, Funday fanzine, risksmagazine, pinokio, El cotidiano, Culturamas y Jot Down. Ha publicado un libro de relatos, La vida mientras tanto (2011), y varios libros de poesía: A Golpe de Palabras (2002); Historias de fantasmas (2000); Hacia otra luz (2003). También hace fotos.
ÉRAMOS JÓVENES Y HERMOSOS
Éramos jóvenes y hermosos
y no lo sabíamos.
Éramos fuertes y puros
y la fuerza y el amor
se nos escapaba entre los dedos,
por los poros de la piel,
en el brillo de la mirada.
Tanta luz ciega el espíritu.
Pero luz con luz se une.
El mundo y los ojos
brillaban juntos
y todo era vivido
con la pasmosa naturalidad de los sueños.
¿Era acaso eso, la vida, un sueño hermoso
y nada más que eso?
Por desgracia despertamos un día.
Y eso nos pareció exactamente la vida: un hermoso sueño
extinguido.
La luz del mundo
declinaba lentamente.
La luz de nuestras pupilas
brillaba aún, pero ya
no era suficiente.
La frialdad de las cosas
repelía nuestro calor.
Y el espíritu se iba enfriando
en silencio y despacio
como un fuego olvidado por una caravana entre
un círculo de rocas.
Nos hemos desperdigado y nos hemos perdido
y en la noche, de tanto en tanto, alguien grita,
una voz nos llega, honda y sombría, desde muy lejos,
y por un instante el alma se estremece y una brasa salta
entre cenizas frías.
Hay calor aún. Hay manos que esperan.
Pieles que se frotan. Miradas que se buscan.
¿Y esta noche larga, durará por siempre?
Las montañas oscuras empujan las preguntas hacia arriba.
Las muerden y las escupen. Juegan con ellas.
Mientras en la tierra
la caravana se precipita, callada y muda,
errática y ciega
al fondo de la noche.
POEMA SIN MOTIVO
Yo viví las bacanales en mi infancia.
Los mayores cantando al fuego y los niños mirando con ojos asombrados.
Sombras rojas y pavesas elevándose
bajo el árbol seco.
Luego el baño nocturno en frescas aguas invisibles,
las risas imprecisas y los cuerpos de luz negra.
Eran fiestas de todos donde todos comulgaban
en la dicha del verano, el campo intacto y la cosecha cierta.
Yo viví las hogueras altas entre sombras crujientes,
y supe del humo y el tizón que cierra la escena.
Cuando el sol ardía el árbol callaba.
Desde su muerte antigua la vida se reiniciaba.
Eran las últimas bacanales y yo miraba encantado,
feliz por participar en el mundo de los mayores.
Alguien taló el árbol seco y el barranco se llenó de zarzas.
Las hogueras, las risas, los baños nocturnos,
todo duerme ahora en el fondo de una ciénaga
donde se macera con el rencor y la tristeza.
Hace años, muchos años, yo viví las últimas bacanales.
Eran simples y hermosas como el viejo mundo (…).
El tiempo, como la vida, es la larga hoguera en esa
negra noche de verano, junto al agua y al árbol,
junto a la uva y el romero.
¿Y qué más?
No. Tal vez la pregunta no es esa.
Tal vez la pregunta es para qué preguntas.
Era hermoso el fuego, las sombras y los cuerpos que bailan.
Tú lo viviste y nadie en el mundo, ningún otro hombre
fue testigo del milagro.
Como pasó y pasa y pasará.
Otros mundos serán hermosos y tristes.
Y otros hombres los cantarán y los lloraran.
Entierra tú tu tesoro.
Deja que reluzca entre tus manos y ocúltalo con mimo.
Cumple tu misión y no preguntes.
Las respuestas y la belleza
no te pertenecen.
(De El poeta es un ser ajeno al mundo)