Ana Miralles habla de su obra

Ana Miralles nos habla de los aspectos que más han influido en su trabajo. Nos parece un documento de gran importancia para conocer a fondo a esta dibujante:

Soy una autora que siempre ha abordado el tema del viaje en sus historias.

En mi primer cómic largo realizado con Antonio Segura, las protagonistas se internan en Marruecos, en un viaje sórdido y azaroso, plagado de experiencias traumáticas. Después de esta historia nos fuimos al Brasil de los años veinte situando la acción en plena selva amazónica en la ciudad de Manaos. La siguiente historia fue la adaptación con Emilio Ruiz al guión de En busca del unicornio, la novela de Juan Eslava Galán. Un viaje iniciático de una expedición militar que en el siglo XV se interna en el corazón de África en busca de una quimera. Después desembarqué, de la mano de Jean Dufaux, en el mundo de Djinn. Una historia a caballo entre dos épocas, los primeros años del siglo XX y nuestros días. Esta larga historia nos ha hecho recorrer a lo largo de tres ciclos tres continentes: Europa, centrando la acción en Turquía, África y la India. Entre estas largas series he realizado viajes cortos pero no menos intensos, como el viaje de un billete de veinte euros que al pasar de mano en mano nos contaba un pedacito de las vidas y las cuitas de su momentáneo dueño. El Ártico ha sido un escenario fértil para Emilio Ruiz y para mí ya que allí se desarrolla la historia de Wáluk y Esquimo, dos osos polares que nos han reportado muchas satisfacciones creativas.

Como puede verse, el tema del viaje es una constante en mi trabajo. Hasta que no te paras a reflexionar sobre ello no caes en la cuenta de lo presente que está en tu vida.

El viaje como experiencia vital, como fuente de conocimiento, como retrato de otras vidas y marco de otras culturas. Todo ello conforma un sustrato del que me inspiro y que es uno de los ejes de mi obra. El viaje es ese espejo en el que puedes verte con otras caras, vestirte con otras ropas, pertenecer a otra tierra y vivir otra vida.

Cuando aún no tenía muy definido mi futuro profesional me veía viajando constantemente. Viajar siempre me ha apasionado e imaginaba mi vida teniendo una pequeña maleta siempre preparada, lista para salir por la puerta a la menor ocasión.

Pero el destino, que es una combinación de azar y elección por descarte, me ha llevado a ser dibujante de cómic. Una profesión que, en principio, es todo lo contrario del ideal del aventurero viajero. Nadie me lo explicó, y para cuando quise darme cuenta de lo que significaba la laboriosidad y dedicación de realizar un álbum, mi maleta languidecía en un rincón, olvidada.

No todos somos iguales, habrá dibujantes que puedan realizar sus historias en habitaciones de hotel, en una jaima en el desierto o en los aviones mientras van de un festival a otro. Casos, entre otros muchos, como el de Pacheco y Merino, que frecuentemente se llevan las páginas a los viajes, a los festivales para acabarlas en el hotel, debido a los plazos de entrega tiránicos de sus editoriales. Es un caso que se da sobre todo en el mercado americano.

Pero en general el dibujante de cómic es como ese cangrejo ermitaño que va añadiendo algas, pólipos, esponjas, conchas, trocitos de plástico a su casa móvil y al final parece un artilugio extraño que se desplaza lentamente.

Los dibujantes necesitamos un nido acogedor donde guardar todos nuestros tesoros, nuestros archivos, recuerdos y trastos necesarios para documentarnos y realizar nuestras historias. Antonio Segura coleccionaba réplicas de armas y en su casa podías encontrar una buena colección de revólveres, cuchillos gurka, puñales, arcos de todos los modelos y ballestas. Todo ello había salido en sus historias y él conocía a fondo el funcionamiento de cada objeto.

Según la historia que estés haciendo en ese momento, te rodeas de todos los elementos que puedan ayudar a documentarte y en definitiva a comprender mejor de lo que quieres hablar. Libros, cascos, armas, maquetas, películas, sombreros y ropa, maniquís y espejos…

Yo soy de la generación de antes de Internet, así que durante años mi obsesión fue guardar imágenes que en un futuro pudieran servirme como documentación. Durante años he ido engordando carpetas llenas de fotos imposibles de clasificar, recortadas de periódicos y revistas. ¿Quién no recuerda aquellas monumentales enciclopedias que comprabas a plazos y te ocupaban media estantería? Nos ayudaban a combatir nuestra inseguridad, pero con las nuevas fuentes de información que todos tenemos todo aquel lastre que acarreábamos se ha quedado anticuado.

Acaparamos libros y objetos, pero también hay que considerar la importancia del legado inmaterial, que es la música de cada época, de cada país. Para mí ha sido siempre esencial, ya que estos viajes dibujados me han traído sus músicas, que me han ayudado a comprender su cultura y la psicología de los personajes. La música es, en sí misma, un viaje en el tiempo y desencadena una cascada de sensaciones con las que impregno mis dibujos. La música brasileña y portuguesa con Eva Medusa, las canciones del siglo XV y Amancio Prada fueron la banda sonora del Unicornio, los ritmos africanos me ayudaron a sentir el aliento de la aventura africana de Djinn… Todo ello conforma un bagaje que enriquece las páginas de mis álbumes.

Pero hay otros viajes dentro del viaje… Siempre me han fascinado los viajes en el tiempo. Fantasear sobre culturas remotas o perdidas, y poderlas recrear en mi obra, me ofrece la posibilidad de profundizar en la historia y conocerla mejor.

Dicen que aquello que se dibuja de alguna manera se conjura y vuelve a la vida. En todo caso desde mi perspectiva es la manera más amena de estudiar ya que no se puede dibujar lo que no se comprende.

En una historia de época hasta el más insignificante detalle de la vida cotidiana que aparezca en una viñeta tiene que estar contrastado. Hablo de los dibujantes que, como yo, encuentran placer en ser coherentes con la fidelidad histórica. Como nos aconsejó Juan Eslava cuando emprendimos la historia del Unicornio: “Ya que tienes que dibujarlo, hazlo bien. Y si no tienes manera de saber cómo era, por ejemplo, un cinturón en el siglo XV, busca a un experto en la materia que te ayude”.

En resumen: el simple hecho de entender la vida, de ponerte en el lugar de los actores de tu aventura es un viaje del que no volverás igual. Todos los viajes, tanto los reales como los imaginarios, nos traen experiencias fascinantes y nos hacen conocer gente, aparte de conocernos mejor.

Como decía antes, nadie me explicó cuando decidí dedicarme al cómic, que me convertiría en una viajera de pupitre y lapicero en patilla.

 

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