Carlos Villacorta

Carlos Villacorta Gonzáles (Lima, 1976) es Profesor de Literatura Latinoamericana en University of Maine. Ha co-editado la Antología Binacional de Cuento / Poesía Perú-Ecuador 1998-2008 (Perú, 2009) y Los relojes se han roto: Antología de poesía peruana de los noventa (México, 2005). También dirige la revista digital El Muro: Revista de Cultura y Política para América Latina. Ha publicado los poemarios El grito (2001), Tríptico (2003) y Ciudad Satélite (2007). Sus poemas han aparecidos en la antología Hostos Review: Peruvian writers in the United States 1970-2005, Cutbank, entre otras. Asimismo, el 2014 publicó su primera novela Alicia, esto es el capitalismo, en Perú. Sus textos y reseñas pueden ser leídos en su blog.

 

CUANDO DESPEGUEN LOS AVIONES
(Odiseo se despide de Nausícaa)

A Eun-Kyung, Neeta y Miha

El aeropuerto es un lugar infinito
así como los abrazos o los besos en una despedida
ya como Odiseo dejando Troya luego de la batalla
ya como el padre dejando al niño Ernesto.

-Ayer nomás me separaba todo un continente de ti               amiga mía–
–Ayer nomás hablábamos de cuánto hemos vivido encerrados en nosotros mismos–

Y era también ayer que abrazaba a mi hija
10    12    14    15    16    18    20    años
una parte de mí
ayer que te abrazaba y caminábamos por Pulteney Street
o eran las calles de San Miguel que nos han visto crecer
y si escribías era para que se abriera el mundo como una mano
y si levantabas los labios era para que saliera de ahí
todo un océano de palabras
una marea luminosa

y para ti habían sido doce años recorriendo este país
ya vengas de Corea o de la India o Rumanía o de alguna parte del mundo
desconectado
Sin embargo
al otro lado del Seneca Lake solo te esperaba
otro lago alargado como tus dedos extranjeros
ansiosos por tocar el lomo de esta agua

–Hoy nomás que hemos navegado hasta este aeropuerto a abrazarnos por última vez
                                                                                                                                                   amiga mía–

–Hoy nomás que bailamos y cantamos con nuestro interior–

Llámame cuando despeguen los aviones
y hayas pasado el círculo de la seguridad para cruzar otra vez el mundo
con los brazos abiertos al infinito
y la cabeza levantada                         siempre levantada
y en la mano el pasaporte de tu inocencia
estampado sobre tu rostro como un número para ser libre
o ser esclavo.

Llámame cuando te hayas desvestido para mostrar
que en tu cuerpo las marcas son solo del amor que te ha abandonado
y la única bomba es esa máquina de carne en medio de tu pecho.

Llámame cuando te hayan detenido y te quede aún el nombre
tu hermoso nombre que no podrán quitarte
Porque no lo llevas en ninguna parte más que en tu frente
en tu bendita frente que beso hoy
la que abrazo hoy, hermana mía.

–Mañana nomás que volveremos a encontrarnos
                                                                                                    amiga mía–
–Mañana nomás que bailaremos y cantaremos con nuestro interior–

Ya que todo termina y empieza con ese dolor en el pecho
que produce el scanner de metal
con tu brazo levantado sobre las cabezas de los que se alejan
con mi cabeza perdiéndose en la multitud
por el pasadizo infinito donde despegan los aviones.

                                                                    (Inédito)

LA CANCIÓN DE LAS SIRENAS
(Anna Ajmátova conoce a Marina Tsvietáieva)

¿Qué haré con esta inmensidad
en un mundo con medidas?
Marina Tsvietáieva

Han lanzado tantas piedras sobre ti que ninguna es terrible
Sobre tu rostro sobre tu boca sobre tus senos.
Nos han enterrado, hermana
–Yo nunca he amado a ningún fascista–
–Pero cuántos fascistas nos han amado–
Nosotras las poetas
que ardemos sin calentar
que calentamos sin abrigar
que abrigamos sin abrazar
que abrazamos sin arder.

¿Te has olvidado de cuando éramos huérfanas
y los días venían
como un puño atravesado sobre tu boca               hermana?
Eran días desesperados
amarrados a nuestra piel
eran días opacos
en los que amábamos más.

Ningún calendario puede predecir los eclipses de la poesía

¿Te has olvidado de cuando éramos estrellas
y el invierno venía
como una sombra incendiada sobre la nieve                hermana?
Eran estaciones desesperadas
calentando a nuestra piel
eran tiempos opacos
en los que brillábamos más.

Ningún calendario puede predecir los eclipses de la poesía
porque su camino es una estela plateada
y las piedras que hoy incendiamos
serán las palabras que mañana lanzaremos
contra el terror de mano cerrada
para el sordo golpe de mis hermanos y hermanas en mi tierra
–mi país todavía será sagrado–

De su amor de arco iris,
de su agua cristalina y tormentosa
beberemos todos
mis luminosas hermanas, todas
de la música que se desprende de la Vía Láctea
y danzaremos.

                            (Inédito)

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