Crónicas de Cosmopoética por Ricardo Clemente

Ricardo Clemente, autor de No más sueños, nos informa a través de estas crónicas de lo que ocurre en Cosmopoética:

Homenaje a Manuel Álvarez Ortega. Casa Góngora, 29 de septiembre.

Aunque Cosmopoética comenzó su ciclo de sesiones el lunes 28, con el comienzo de algunos talleres, fue ayer cuando por primera vez se realizó una sesión con libre asistencia de público. La Asociación Nueva Poesía de Córdoba se decidió a reproducir el homenaje a un particular y brillante poeta, Manuel Álvarez Ortega, nacido en Córdoba, y residente durante largos años en Madrid.

El acto se llevó a cabo en la Casa Góngora, un pequeño centro dedicado a la cultura. Se accede a la Casa Góngora por una angosta calle, como tantas del centro histórico de Córdoba, tras caminar unos minutos desde el río Guadalquivir, en un paseo delicioso, como no puede ser de otra forma en el benigno primer otoño de la capital andaluza.

Resulta difícil renunciar al aire templado de la tarde para recluirse en una sala de conferencias, por agradable que sea el marco -y la Casa Góngora lo es-. Pero la ocasión invitaba y creo firmemente que se cumplieron las expectativas. El acto se desarrolló con absoluto respeto a la extensa obra del poeta y traductor cordobés, de quien nos obsequiaron una breve antología, muy bien seleccionada, editada en un cuaderno.

Se abrió la sesión con una conferencia que evocaba a la persona a través de una semblanza de su obra, su temperamento y su singularidad. España es un lugar donde arraigan heterodoxos indomables, que se mantienen en su posición más allá de modas o grupos. Este es el caso de Manuel Álvarez Ortega, cuya trayectoria se inició a finales de los años cuarenta, en un ambiente de poesía franquista de ridruejos o pemanes, o en otro nivel de calidad, con el existencialismo de Hijos de la Ira, poemario que define muy bien lo mejor de aquel momento.

Quedó claro en las palabras del conferenciante Manuel Gahete, que, si bien se puede asociar a Manuel Álvarez Ortega a este planteamiento, resulta difícil adscribirlo a corriente alguna sin traicionar, como decíamos, su singularidad. Resuena en su obra el 27 más existencial, surrealista, el que cabe considerar más “moderno”, simbolista y apegado al verso libre. Y con ello, con sus semejanzas al 27, un cierto tono gongorino -salvando las distancias con el autor de Soledades-, y un enfoque barroco en el uso de la imagen.

En cualquiera de los casos, el poeta quedó fuera por deseo propio del grupo Cántico, al margen del que se movió, y al que dedicó duros reproches. Del mismo modo, se enfrentó al grupo de poetas sociales de los años cincuenta, con agrias críticas, más o menos fundadas, que mostraban su espíritu rebelde y discrepante. A lo largo de su vida siempre reaccionó del mismo modo con todo aquello que quedaba fuera de sus planteamientos vivenciales y artísticos.

En la época de los novísimos se mostró momentáneamente alineado con ellos, sin formar parte, claro, por edad, del grupo. Si abordamos su poesía, podemos conjeturar que hay en ella algo de precursora de los modos líricos de los novísimos. Podría ser, dadas las semejanzas con un cierto 27, que su obra funcionara como una pasarela, un estrecho puente entre ambos, novísimos y generación del 27. Más adelante, Manuel Álvarez, en un nuevo desmarque, se mostró también disconforme con la evolución de los novísimos acusándolos de una poesía que abandonaba lo vivencial, por una mera floritura libresca. Así era, al parecer, el poeta, capaz de romper lazos con cualquiera, sin mostrar demasiado reparo.

Quedó bien retratado, en las palabras de Manuel Gahete, su temperamento indomable, su deseo de soledad, la elección voluntaria de una senda propia, jamás subsidiaria ni en deuda con nada ni con nadie. Dijo en todo momento, sin filtro, lo que pensaba y sentía sin importarle las consecuencias. Mi personal admiración por esa sólida postura.

Concluida la excelente conferencia, que creó en los asistentes lazos emocionales con el autor, los miembros de la Asociación pasaron a leer los espléndidos versos de Manuel Álvarez Ortega, seleccionados de su muy extensa obra.

Se da la circunstancia de que los miembros de la Asociación tienen una media de edad muy alta, llamándose como se llaman, “Nueva” Poesía, pero eso no resta nada de emoción a su actividad, antes al contrario, despierta en nosotros una simpatía profunda. Los poemas sonaron de maravilla, por la calidad del texto y por la calidez de los lectores, algunos de los cuales declamaron con el bello acento de la tierra.

Una magnífica sesión para estrenarse, de una hora de duración, tras la cual regresamos a la ciudad ya nocturna, esta joya en la llanura; Córdoba.

Dónde leer y conocer a Manuel Álvarez Ortega:

Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

 

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