Fotografía de Paloma Blanco
Francisco Javier Garcerá Román (Puerto de Sagunto, 1988) es licenciado en Filología Hispánica por la Universitat de València, ha realizado el Máster de Estudios Hispánicos Avanzados y actualmente se dedica a la elaboración de una tesis doctoral sobre poesía española contemporánea. Ha colaborado en medios como Quimera. Revista de Literatura; Olivar. Revista de Literatura y Cultura; L.E.M.I.R., Revista de Literatura; Astórica: revista de estudios, documentación, creación y divulgación de temas astorganos; Cuadernos de Aleph o Tirant. Butlletí informatiu i bibliogràfic. Asimismo, ha recibido el Premio de escritura creativa de la Universitat de València (2013) en la categoría de poesía en castellano por El escozor y la sal. Junto a Carlos Loreiro, entre otros, es coautor del poemario Calle de las impertinencias (Germania, 2013). Actualmente, se encuentra inmerso en la elaboración de dos poemarios.
Ofrecemos una muestra de su poesía:
XV
¿Qué podría hacer la poesía
sino estar al lado
del hombre que sufre?
Ser el escozor y la sal,
ser el sueño y el grito,
la canción y el testigo.
A veces,
nos morimos
para siempre.
(De El escozor y la sal)
HÉCUBA
Te has posado sobre la rama más alta del hogar.
La luz dibujaba serena y alargada tu sombra.
Mezclada con el calor de una tarde a medias,
el viento transportaba la risa de los niños.
Has guardado la prontitud de los años en tus senos.
Llegaba la noche y su siglo, mientras te recogías.
El camino había sido largo.
La dicha más bien poca.
(Inédito)
ELLOS TAMBIÉN TENÍAN MIEDO
Yo juré que no temería
los signos de la noche
y sembré en la luz mi duda.
Yo soy Ángela Figuera
con la poesía aturdida
en medio de un bibliobús.
Yo soy un doctorando
sin beca como tantos otros.
Yo he visto a María Victoria Atencia
multiplicar los peces y la poesía
mientras se contenía en la luz.
Yo veo muertos a los pies
de mi cama cada noche
y pregunto sus nombres,
beso sus polillas y todos
sabéis que es verdad.
A mí me hicieron promesas
y ahora tengo una maleta.
Yo tengo tratos
con la ansiedad
de otros sueños.
Ha muerto Leopoldo María Panero
mientras escribía este poema.
No he averiguado
nada sobre la luz.
Yo alguna vez me pregunto
quién sonríe desde mi sombra.
Yo solo puedo decir
que mi bisabuela era altísima
como la luz que horadaba
los caballos muertos del alba;
que mi abuela tiene una familia
que la quiere y nos destrozó
hasta acabar en un hotelito
(ella sólo teje
ganchillo para sus nietas);
que mi madre observa
las sombras despacio
como los alfileres.
Yo soy Maruja Mallo olvidada
por todos aquellos que le importaron.
Yo heredé de mi bisabuelo
su nariz, su frente y su nombre
y a veces sueño con su soga.
Yo solo tengo esperanza
en las novelas adolescentes
y en el rostro de mi hermana.
Yo provengo de un linaje
de mujeres incombustibles,
sus ojos del alma son los míos
y este poema es de sus entrañas.
Yo escribo desde la mirada
mientras la duda me contiene.
Yo me muero lentamente.
Yo tengo a mi espalda un cupo
de horas insalvables.
Yo soy Ava Gardner y Marlon Brando
y Hattie McDaniel y Marilyn Monroe
fumándonos a medias un cigarro.
Yo estoy enamorado
pero nunca más daré
un salto al vacío.
Yo escucho a mi familia
hablar de sus vértigos y sonrío
para que no vean mi herida.
En el ombligo se esconde
un lenguaje para el cuerpo.
Yo aprendí que es imposible
encontrar una definición mutua.
No sé nada de mí.
Este es el único poema
en el que no he mentido.
Yo rezaba a los pelícanos
hasta que averigüé que ellos
también tenían miedo.
(Inédito)
Eres el hijo de Francisco Garcera arroyo
Que poesía, llora el alma. Gracias.