Juan Antonio Masoliver

Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, España, 1939) ha sido catedrático de literatura española y latinoamericana de la Universidad de Westminster de Londres y es profesor en el Máster de Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra. En la actualidad vive en El Masnou (Barcelona). Es crítico literario del suplemento Cultura/s de La Vanguardia de Barcelona. En México es o ha sido colaborador, entre otras publicaciones, de Vuelta, La Jornada Semanal, Letras Libres, Fractal y Crítica. Una amplia recopilación de artículos y ensayos sobre literatura española y mexicana ha sido recogida en Voces contemporáneas (2004) y Las libertades enlazadas (2000) respectivamente. Como narrador ha publicado los libros de relatos La sombra del triángulo (1996), La noche de la conspiración de la pólvora (2006) y La calle Fontanills (2010) y las novelas Retiro lo escrito (1988), Beatriz Miami (1991), La puerta del inglés (2001) y El ciego en la ventana (2015). Ha traducido entre otros a Cesare Pavese, Giorgio Saviane, Carson McCullers, Djuna Barnes y Vladimir Nabokov. Su obra poética ha sido recogida en Poesía reunida (1999). Posteriormente ha publicado La memoria sin tregua (2002), Sònia (2008), Paraísos a ciegas (2012) y el libro de poemas en catalán El laberint del cos (2008).

Los siguientes poemas proceden de La negación de la luz, que publicará Acantilado en fecha no fijada:

Que no venga a mi casa
porque no estoy allí.
En este momento
no estoy en ningún lado.
Los gusanos viven apaciguados.
El recuerdo de Dios no nos preocupa.
Luego te hablaré de Laura.
No es este su nombre
porque no hay nombres en esta historia
despoblada. Cantamos en la imaginación
para que la música llegue impoluta
al centro del alma, ajena
al mundo que hemos abandonado.
Vivir sin edad bajo un cielo vacío.
Ahora que lo he perdido todo
me buscas. Soy ajeno a tu desaliento.
Ella me olvida para reencontrarme
y yo ceso. Todo cesa
a mi alrededor. Si finalmente
encuentras mi casa, abandónate
a ella. Pídele a Laura
que te hable en voz muy baja
hasta que sus palabras dejen de existir.
Se ha iniciado un nuevo desorden.

  *

Ahora que el amor me ha concedido
una tregua, huyo del laberinto
de paisajes que han cegado
mi vida quemada por la luz
de las revelaciones, y regreso
al jardín de las zinias
donde estuvo mi madre
antes de la muerte, de cerrar
los postigos, de aventar
el polen de la carcoma. Ahora
sigue bordando en la casa
en ruinas. No me oye,
no me ve, y sin embargo,
me mira con sus ojos ciegos.
Me acerco a su mejilla
nunca hollada por besos
ni caricias. Sigue bordando
las iniciales que me llevaron
a la demencia con hebras
que esconden un secreto
y dibuja palabras que me hieren,
las que fueron mi vida y mis poemas.
Y me acosa el amor,
me arroja a los escombros,
al vértigo del vientre y su espesura,
a la diosa que nunca pudo amarme,
a la dulce sirena de Badía
que me deja sin luz con su abandono.
Y Laura me devuelve al laberinto,
a ofrecerme lo que no posee,
a negar tu existencia que mi madre
borda en el pañuelo de los sueños.

*

¡Soy tan diferente a estas moscas
posadas en las lápidas, en las cruces,
en el silencio de la luz de enero
lejos de lo que es o fue la vida!
¿Moscas o ángeles? Las puertas
del pasado están abiertas, está la luz
ardiendo en la llanura. Hay fogatas
y música de mármol, mares
sin playas. Los dioses nos inventan,
luego cierran la puerta y sólo queda
lo que hemos perdido. Laura
me da un anillo que no le pertenece
pues para poseer hay que existir
y ella es sólo un incendio de palabras
que tejió el aretino y que destejo
para buscar tu nombre en este páramo
de cruces que nos niegan.

*

Porque yo había oído tu voz anterior
a todas las voces, y sufrido
la desnudez de tu cuerpo anterior
a la mano de Eva saboreando
la manzana en el jardín de Cranach.
Fui el primero en escuchar
la palabra amor en mi corazón
y en sentir en mi vientre
el dolor del deseo. Confundía
los cánticos con el cántico
todavía no cantado para ti
porque aún no existías.
Y yo existía sólo en tu existencia,
Luz ajena a la luz, fruta
corrompiéndose en el vacío,
bosques y valles y dioses
a la espera de tu llegada.
Y porque eras anterior
al tiempo, al sonido del agua,
a la flecha que mata y a la muerte
en la cruz y en las batallas
hoy campos de amapolas
que se ofrecen, como yo,
herido entre libélulas,
inventado oraciones,
escribiendo, negándome
y negándote, besándome
en los besos de unos labios
ajenos al amor, inundados
de amor. Porque en la lejanía
estaba junto a ti
y eras la ausencia
que busco en la ceguera
del vacío, y eras para ser
este poema escrito
el 18 de abril de 2011,
poema inacabado,
canción que escucharás
cuando regreses
y que susurraré para que oigas
palabras que, entendidas,
se desvanecerán en el deseo
como frutos podridos
en el tiempo.

*

Nosotros no cesamos de callar
aunque nadie escuche nuestro silencio.
De ir apagando con palabras
todas las luces hasta que las cosas
carezcan de significado. De caminar
hasta el abismo del horizonte
para llegar al inicio
del vacío. ¿Nosotros? ¿Acaso
somos nosotros en esta búsqueda
de ti? Me tiendes una mano
sin anillo que no es tu mano,
me susurras un nombre
que es un engaño, hiedes
a amor amargo, a un pasado
que no te pertenece. Se ha podrido
el tiempo, se ha llenado
de voces la noche. Y yo soy
una sombra que te busca
incesantemente e incesantemente
oigo palabras que no me pertenecen
y me alejan de ti, abandonada
al primer día del amor,
al primer silencio, como un nido
en los muslos o en las ramas,
en la cuarta noche
de este cielo estrellado,
de esta alcoba de estrellas
y ángeles que se abrazan
en el sopor del placer consumado.
Y susurras tu nombre
en el olvido.
Y en tu nombre me encuentro.

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