Mandi Asa descubrió, hace tiempo, que la vida en un centro escolar es muy complicada y que la culpa no es solo del entorno, pues el mal está ya en los mismos alevines de ser humano. Esta lucidez le permitió sobrevivir en la jungla de la adolescencia y no le ha venido nada mal en la de la edad adulta, donde tampoco son mancos. Así que se puso a redactar una serie de historias, medio reales, medio inventadas, para que sus coleguis de ahora mismo sepan lo que vale un peine. La gran Ana Miralles ha ilustrado de forma magistral esta historia –que continuará–, con lo que el éxito está asegurado.