Miriam Reyes

Miriam Reyes nació en Ourense a finales de 1974. Hija de emigrantes, desde los ocho años se crió en Caracas, donde estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela. Ha publicado los libros de poesía: Espejo negro (2001), Bella durmiente (2004), Desalojos (2008), Yo, interior, cuerpo (Antología poética) (2013). Desde el año 2000 combina el trabajo de la palabra con el de la imagen, llevando la poesía a otros formatos, como el vídeo, y a otros escenarios, como los festivales de artes escénicas o de nuevas tecnologías. Una muestra de su trabajo puede verse en www.miriamreyes.com
Los poemas que nos presenta pertenecen al libro de próxima aparición: Haz lo que te digo (Bartleby, 2015).

 

Este puede ser un buen lugar para esconder la vida
que nunca tendremos.
No llegaremos más lejos ni más cerca
aquí
donde yo tengo el control de lo que sucede
y no cabe la decepción.
Un espacio que puede expandirse o plegarse
como una tela elástica o el universo
que puede ser por igual hatillo o vestido
como la diferencia entre la palma de tu mano abierta y un puño.

-Cuando te miro se me enredan hebras en los tobillos-.

Puedo levantarme y cerrar esa puerta
o quedarme donde estoy y pedirte que la cierres.

***

El significado que le demos a esto
dependerá siempre de algo distinto
como el significado de una palabra.

Me gustaría saber qué entiendes cuando digo:
no solo de belleza se alimenta el deseo
o no mires ahora.

Aliso sobre la mesa el principio de incertidumbre
y encima coloco el humus y el pan.

No fue un poeta sino un físico quien escribió:
El hombre no encuentra ante sí más que a sí mismo.

No es tan tarde como parece al mirar afuera.

Te pido o te ordeno:
no te des la vuelta
no apagues la luz
si todavía.

***

Vuelve el calor a madurarlo todo
y nos pilla por sorpresa

el olor ácido del cuerpo sin lavar
el agua turbia olvidada en el vaso

donde el moho va cubriendo las espigas
y la rosa ennegrece

girando sobre la mesa las moscas
dibujan elipses de electrones en el aire

donde no existe núcleo
en el centro vacío de la casa.

***

Cómo avanzar a la par que el paisaje.
Ayudaba la humedad a llevar la aridez de dentro
yo no la veía pero había ahora no hay ayuda externa.
La aridez se extiende
y esconde lo que hay debajo:
este lugar y yo este momento
y yo somos una misma superficie.

Sigo diciendo yo pero sé que ahora significa arena y se asienta
sobre los libros los muebles las baldosas
cubriendo la apariencia familiar que solían tener los objetos
y su compañía.

El escenario es así:
cerrada la puerta por dentro
la calle un ejercicio imposible
apenas un rectángulo en cada habitación
algo que está ante mí y de lo que no puedo formar parte
como la vida de los demás o lo que fui.
No lo llamaría ventana.

Nada entra ni sale de aquí.
Aquí era yo atravesando ciudades y desiertos
sin encontrar nada que pudiera llamar mi lugar o mi atención
o concordar con la realidad al menos en tiempo.

Tiempo de qué
cuando no toca sembrar ni toca recoger
tiempo de nada.

Mientras el paisaje no hace excepciones
el paisaje el paisaje que no se detiene.

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