(Concha Lagos)
COSMOPOÉTICA 2015. Poesía en red. Mujeres del universo Cántico, 1 de Octubre.
Actuaron:
Jesús Leirós, lectura y recitado.
Pilar Osado, piano.
Felipa Prieto García Abadillo, recitado.
Eles Bellido, violín.
Luisa Arenas, voz.
Y guitarra española (no acreditado).
Asistimos, sin demasiadas pistas, al acto que se desarrolló en uno de los Centros Cívicos que tiene el Ayuntamiento de Córdoba dispersos por los distintos distritos. En la página web de Cosmopoética no daba mayor indicación que el epígrafe del acto y el nombre de los intervinientes.
Cabía pensar inicialmente en una sesión de debate, o de recitado. Finalmente, nos encontramos con algo mejor: una intensa performance en que se mezclaban música, imágenes, texto y poemas. La música, interpretada por profesionales y la lectura y recitado, a cargo de Jesús Leirós, escritor y dibujante, y de Felipa Prieto García Abadillo. Esta última nos envolvió con su clarísima dicción, dando vida y pasión a los poemas de Pablo García Baena, Rocío Moragas y Concha Lagos.
Como suele ocurrir, lo mejor es lo más inesperado. Mientras sonaban distintas piezas, en las que se alternaron tangos, copla y temas de corte clásico, se evocó la figura de cuatro mujeres que tuvieron influencia en el grupo Cántico. Marlene Dietrich, como musa inspiradora, Rocío Moragas, como poeta enmarcada en del mismo, Josefina Liébana, hermana del ilustrador Ginés Liébana y, por último, Concha Lagos.
Concha Lagos es una figura que sobresale más allá del grupo Cántico. Su poesía comienza a hacerse pública unos años después del nacimiento de la revista que les da nombre. Ella misma, a su vez, estuvo al frente de una publicación que queda como hito de la poesía de los años 60, los Cuadernos de Ágora o, simplemente, Ágora. En sus páginas publicaron la mayor parte de los miembros del grupo cordobés, y esa es la vinculación que cabe establecer entre Cántico y la poeta, dado que ella misma ni siquiera vivía por entonces en Córdoba, ni actuaba dentro del grupo.
En ese punto, con la lectura de los poemas de Concha Lagos, a través de la voz de Felipa Prieto, evocamos con gran emoción su excelente poesía. Porque eso fue el acto, una eficaz y pasional defensa del género, arropado por la música y la recitación de bellas voces. Un lujo que hay que agradecer a los intervinientes.
Con el fin de la actuación, cuando volvió la total iluminación al Salón de Actos del Centro Cívico, pudo escucharse un largo aplauso, unánime, con todos en pie. No uno de esos aplausos de ocasión, tan habituales en nuestro mundo cultural, sino un sostenido aplauso para premiar el trabajo esmerado de unos profesionales.
(Pablo García Baena)
Pudimos además descubrir la presencia de uno de los protagonistas: el propio Pablo García Baena, con su menuda figura y sus muchos años, entre el público, respondía a las preguntas de una periodista.
Una estupenda tarde para volver a leer a García Baena, a Concha Lagos y a rastrear la débil estela que ha quedado de Rocío Moragas.
Un poema de Concha Lagos:
El diálogo
No hilvanemos historias, no hace al caso,
lo importante es saber que aquí me tienes.
¿Dónde ya la que fui?
Deja que el tiempo se nos lleve y pase,
así quedamos siempre renacidos.
Hoy no sé si estas manos son aquéllas,
sólo las siento como manos tuyas
porque tu tiempo es tiempo que me sueña
y me vive hacia más y más por dentro.
«Ayer», ¡qué lejos la palabra!
Dónde se fueron zapatos y trajes,
billetes de un trayecto recorrido
entre extraños viajeros vistos para olvidados.
Inútilmente en los bolsillos busco
contactos que ya fueron,
y sombras de mi cuerpo en las ventanas
contemplando paisajes con mis aquellos ojos.
¿No descubriste nunca un manojo de llaves
para imposibles cerraduras?
A veces algo vuelve, pero sólo en resumen;
una pequeña fecha que casi nada indica
o ese breve letrero alarmante que advierte:
«cuidado, es peligroso volcarse al interior».
¿Quieres hacer la cuenta?
Si miro a la derecha brilla sólo tu cifra.
A la izquierda la huella de algún borroso cero.
¿Qué prenda pagar debo por haber sido antes,
sin tu tiempo en mis horas?
Alcemos la cabeza
a la igualdad del cielo,
aunque tú apuntes «Marte»
y yo diga: «Saturno» (tal vez por los anillos).
Cada cual con su estrella, con su planeta en alto
y todas las preguntas por la arboleda azul,
compartiendo verdades,
como esta del amor, el milagro más nuestro.
No pienses en mis ramas,
me crezco sobre el tronco.
A punta de navaja puedes grabar el nombre.