Pablo Gómez Soria

Pablo Gómez Soria (Zaragoza 1974). Estudió Derecho en la Universidad de Zaragoza. Completó estudios en la Universidad de Saarbrücken (Alemania) y en 2000 terminó el Master de Derecho del Comercio Internacional en la Universidad de Essex (Reino Unido). Desde 2006 reside en España.

Comenzó a publicar sus poemas en la revista literaria Eclipse, que publica la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza.

En 2010 publicó su primer libro, Antiguo sol naciente (Madrid, Vitruvio).

Y en 2017 aparece su segundo libro, Navío en aguas turbias (Granada, Dauro).

 

Cuando la vida entra
por estar los corazones abiertos
por ser los espíritus altos
es cuando su belleza,
que es equivalente a la de la vida misma,
irrumpe como un torrente
y me lleva
a lugares no esperados,
a pensamientos no elegidos.

Esta linda criatura
me ha convertido en un hombre desasido,
en un ser humillado
por la magnificencia del amor.
Con un giro,
que no recuerda,
con un salto,
que se solapa por el siguiente,
es todo sin embargo el mismo cantar
de una inocencia feliz
que invade la tierra,
que grita la vida a los hombres.

Vanamente esperé yo
penetrar en un mundo tan hermoso
donde es la casualidad y no el deseo
lo que permite caer en él.
Le pregunté entonces a mi alma
si había ocurrido en mí el triunfo de la tibieza,
el cual es un no sentir parejo a la muerte,
pero es que yo no comprendía el funcionar de mi humano cuerpo.

Y es que el corazón se protege,
no deja florecer a un dolor incipiente
que sí brotaría
ante un amor que tuviera una oportunidad cuanto menos.
Pero es sabio
y no permite arrojar salvo lágrimas pocas,
que debiera juntar todas mis lágrimas separadas
para formar así una fuente; el tributo que merece mi amor.

Indolorido,
no puedo, consiguientemente,
yo quería escribir el más bello poema
mas el desgarro nunca llegó…
solamente,
la impotencia
de no sufrir por ella.

(De Antiguo sol naciente)

 

 

MUERTE DE LA POESÍA

Zarpé, como cada año
por el mar fui
a la tierra donde tenía lugar
mi anual homenaje.
No hallé restos del altar producido por mis manos,
pareciera
que alguien hubiera destruido mi construcción,
continuación de fructuosos legados.

Deberé esculcar
ver qué ha ocurrido,
no acierto a entender…

Siendo yo muchacho,
inocente e inquieto,
me guiaba el corazón.
Ella me sopló en los oídos,
la Poesía me tocó.

De repente múdase el aire
algo rompe el día
las aves escapan
los animales huyen.

Aparece corriente
la Poesía,
sus cabellos adquieren la tonalidad de la estación,
los ojos siguen el mismo curso,
en su túnica liviana
van embrocadas las flores,
saliente corro a su encuentro.

Falla,
la sustento, advierto
la sangre del costado fluir,
daga o puñal clavados.

¿Cuál mano osó
tal matricidio?

(De Navío en aguas turbias)

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