Palabras de Ana Gorría e imágenes de Raquel Jimeno Revilla

(Fotografía de Ana Gorría por Carmen Lafuente)

 

Contamos con una colaboración de Ana Gorría y Raquel Jimeno, en la que se funden palabras e imagen. Una colaboración que se divide en tres experiencias que iremos subiendo a Firmas invitadas de nuestra web. Nos sentimos verdaderamente felices de contar con esta fusión de palabras e imágenes.

 

Transcribimos a continuación la introducción de Ana Gorría:

 

 

 

Durante un tiempo compartí un diálogo entre palabras e imagen con la ilustradora Raquel Jimeno Revilla. Ambas hemos decidido compartir algunos fragmentos de nuestra conversación que forma parte de un proyecto escritural más amplio, todavía no concluso y en proceso. Es para mí un honor poder ser abrazada por la inteligencia gráfica de Raquel Jimeno Revilla, capaz de captar los matices imaginarios, de encarnar las metáforas demostrando la gran lectora que es. Las secuencias no están encadenadas, por lo que hemos decidido mostrarlas como episodios autónomos que son susceptibles, en algún momento, de ligarse en un ejercicio de mayor magnitud.

 

Alicia

              (Ilustración de Raquel Jimeno Revilla)

 

Incluimos a continuación el texto inédito de Ana Gorría:

 

Desde que te vi ayer, Alicia, me es imposible dejar de pensar en ti. Ayer, mientras daba vueltas en la cama, con los ojos fijos en el bosque que ya es el destino al que lanzo mi sueño todas las noches, apareciste. No sé cómo ni cuándo. Tampoco sé por qué. Dejé fija la mirada en el bosque, miré a la luna llena que iluminaba todo el valle y cuando volví a reposar la atención en el horizonte, te vi cara a cara. Cruzada de brazos sobre el alfeizar, con un rictus incapaz de delatar cualquier expresión interpretable, mirándome fijamente, buscándome. Alicia si es que te llamas así, si eres tú la niña de la que me ha hablado la mujer del pueblo, el cadáver ausente de esa trágica historia que desconozco. ¿Por qué me buscas? Apenas pude preguntarte, callé, como tú callabas mientras observaba tu pequeña estatura, tu jersey ¿amarillo? ¿naranja? Tu pelo castaño, tu flequillo con apariencia de haber sido recién cortado. No sé cuánto tiempo estuvimos observándonos, mirándonos de manera mutua mientras escuchaba cada vez más cerca lo que supuse que eran tus latidos, tu respiración sin poder moverme. Intenté abrir la boca y nombrarte, Alicia, pero no pude, mi boca, mis músculos no obedecían a mi voluntad mientras tus ojos se seguían clavando en los míos y pude ver cómo el bosque que había detrás tuyo y detrás mío iba desapareciendo para convertirse en un desierto devastado, ¿tal vez fruto de algún incendio? A través del que una figura negra, una sombra que todavía no puedo discernir se nos iba acercando.

Intenté avisarte, Alicia, pero no era capaz de moverme mientras observaba como la cabaña iba desapareciendo con lentitud. Solo se mantuvo la cama en el descampado desolado en ese momento. La cama y el alfeizar desde el que me seguías mirando, inquiriéndome mientras la figura se iba acercando más y más hasta nosotras y empezó a pronunciar palabras que me costaba entender. No sé si eran palabras o risas o simple y llanamente una forma de decir, de decirnos nuestros nombres cada vez más cerca. Reconozco, Alicia, que en ese momento me confié a tu mirada, sin poder moverme, sin que ninguno de mis músculos pudiera responder a mi urgente necesidad de levantarme de la cama ¿hacia dónde si no había ningun espacio? Alicia, la figura cada vez más alta y con un sombrero gigante ¿una chistera? estaba cada vez más cerca. Y tú seguías ahí, sin moverte, ajena. Y él se acercaba más y mas cada vez hasta que estuvo prácticamente en mi cama, susurrando mi nombre y una cadena de palabras que no termino de comprender infinitomegalfa en una secuencia que parecia no poder acabarse jamás mientras una hoguera empezó arder a los pies de mi cama.

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