Pilar Martín Gila. Estudió Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y Filología en la UNED.
Es autora de los poemarios Para no morir ahora, Demonios y leyes, Ordet y Otro año del mundo, así como de otros trabajos literarios, de narrativa y poesía, recogidos en diversas publicaciones.
Ejerce la crítica literaria para diferentes medios como El Cuaderno, Nayagua, Quimera. También ha colaborado en el diario argentino Clarín, revistas culturales como La Modificación, El Crítico… Dirige el proyecto de creaciones radiofónicas Doble fondo emitido en Radio Nacional de España.
En su interés por el vínculo entre poesía y música, ha colaborado en diversas obras del compositor Sergio Blardony interpretadas en numerosos ciclos y festivales. Igualmente ha trabajado en varias ocasiones con la improvisadora Chefa Alonso.
Codirige el proyecto interdisciplinar Trashumancias.
En el plano educativo, también ha desarrollado la relación entre la poesía y la música. Actualmente es presidenta y responsable del área de creación de IFIDMA.
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Incluimos un poema de Otro año del mundo, publicado en Ediciones La Palma, colección EME:
Después el mundo se quedó sobre el mundo, todas las canciones se encerraron en sí mismas, y el bosque, la noche, la hojarasca comenzaron a parecerme iguales a su palabra más apartada. Quién no tuvo un amigo cuando eran malas las carreteras. Y aquél que vino a dejar una marca de resentimiento en una vida que no fuera suya. Con tanto miedo, empezaría amando a cualquiera. Así llegaron las primeras luces, que son para las cosas lo que primero se olvida de los nombres.
Todo empieza en el viaje. El pensamiento contigo.
Y todo termina en tu propio corazón.
Este tiempo que resulta igual a sus pequeñas acciones, tan uniforme en su paso, en su esperanza, como si el deseo quedase al borde del cuerpo o prendido en un tallo balanceándose entre una y otra hora, sin nada que hacer salvo estar ahí. Nunca podremos conocernos con esta claridad vertida en el agua, que se recorre tan despacio, en un imposible esfuerzo por no tropezar donde nada se oculta -todo tan derecho, tan allanado-
y nada se repite.
Más tarde encontraríamos miles de razones por las que apostar la vida sólo hasta cierto punto, sin que nadie lo creyera una cobardía ni tampoco suficiente para salvar el pellejo.
Golpeó una puerta. Asomó un primer resplandor y dos mirlos abrieron los ojos, uno dentro del otro.
Así despuntó la mañana.