Luna Miguel (Madrid, 1990) vive en Barcelona, donde trabaja como redactora en PlayGround y como editora de El Gaviero Ediciones. Es autora de los libros Estar enfermo, Poetry is not dead, Pensamientos estériles, La tumba del marinero y Los estómagos. Además ha publicado el cuento «Exhumación», escrito junto con Antonio J. Rodríguez, y ha editado las antologías Tenían veinte años y estaban locos, Sangrantes y VOMIT.
En facebook , en su blog y en tuiter podrá saber más de Luna Miguel:
www.lunamiguel.com
@lunamonelle
Estos poemas pertenecen al libro Los estómagos (de próxima aparición en La Bella Varsovia):
SUAVE Y QUEDO (MALA TRADUCCIÓN DE UN VERSO QUE ES EN REALIDAD UNA VERSIÓN PROVISIONAL INFINITA DE ESTE POEMA)
Reconocerse en la blancura de otras patas blancas, en el estruendo de otros llantos
blancos
–el gato que llora suena a globo hambriento.
Reconocerse también en la cadencia, pues todo rompe y algunos se marcharon con
las ideas a medias
–yo nunca he asistido a un funeral, me dijiste, que la palabra caricia y la palabra fiesta
eran sinónimos en todos los diccionarios, que marcharse merece nuestro cariño, me dijiste,
dejándolo todo sobre la mesa termina lo que empecé, me dijiste.
Reconocerse en la cirugía, en el verbo, en el sueño entretenido de las olas. Hay vida en
elverbo vivir
–su conjugación es un féretro suave y quedo.
UNA BOLSA AZUL CON TU NOMBRE Y EL DEL VENENO
Dejaste de masticar la sangre: la vida se resumía en suero porque el suero es el nuevo
oro.
Ya no buscamos diamantes, queremos longevidad.
Hay reinas que coleccionan comida bajo la cama y todas se creen princesas. ¿Recordáis el
cuento?
Hay musculatura. La medicina olía mal.
Hay reinas que coleccionan comida bajo la cama. Y en sus venas el suero. Y en sus
estómagos los perros. Un cadáver azul para quien todo lo ansía. Lo dulce sabe a tierra.
La
tierra se mastica.
Dicen que tienes náuseas pero yo sé que cada eructo es un canto. Una bolsa azul con tu
nombre y el del veneno. Queríamos alimentarnos. Queríamos decirlo: sobrevivir cansa.
ANA PISA CARTAGO Y HABLA CON LOS PERROS
Pisad mi templo de huesos porque nada temo,
porque no tengo más que huesos y cierto hipo profano
(ni siquiera el silencio se respeta, no hay homenaje para los enfermos).
Yo siempre he querido la salud pero nunca la he encontrado
y el cielo se reparte entre los pobres pues sólo es aire
(un poco de aire, un poco de blanco).
¿Por qué nos prometen las nubes si apenas se puede respirar?
Pisad mi templo.
Pi -sad -mi -tem -plo.
Acaso habéis visto el tamaño de esta cicatriz, acaso habéis sentido la arcada ante la roja
carne que no es sino una muralla entre lo moral y lo inmoral, entre mi estómago y mis
sentimientos, entre tú y… Pisad mi templo largamente como la extensa mirada que el
poeta
precisa.
A qué estáis esperando, acariciad el tumor de los perros.
Quien quiera adorarlo tiene mi consentimiento.