Aitana Alberti León

El nacimiento de Aitana Alberti León (Buenos Aires, 1941), marca el comienzo del exilio en el Río de la Plata de sus padres, el poeta Rafael Alberti y la escritora María Teresa León, al finalizar la guerra civil española.

Cursó estudios de Ciencias Antropológicas en su ciudad natal. Es poeta, narradora, traductora, editora y promotora de proyectos culturales. En 1992, crea la colección Ediciones Pleamar, de libros únicos hechos a mano, que en la actualidad consta de más de setenta títulos. Miembro de la Presidencia del Festival Internacional de Poesía de La Habana, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y Presidenta de la Cátedra Rafael Alberti de la Universidad de La Habana. Reside en Cuba desde 1984.

Obra poética: Poemas (1955, 2006, 2011); Pupila al viento (1998); Y de nuevo nacer (1999, 2008); Son del fugado cuerpo (2001); A bordo de la bruma (2007); Azimut (2009); Crónica familiar (2011); Abitare la solitudine (Edición bilingüe, 2013); Plegaria/Prayer (2013); Dos elegías españolas (2014); Las flores del bien (2015).

Narrativa: Inquilinos de la soledad (2006, 2013). Memorias: La nostalgia inseparable (2003); La arboleda compartida (2009); Memorie inseparabili (Roma, 2009). Discografía: Invitación a un viaje sonoro. Cantata poético musical de R. Alberti. Voz: Aitana Alberti. Laúd: Efraín Amador. Piano: Doris Oropesa. Casa productora EGREM, La Habana, 2005.

Alberti, Aitana y Maria Teresa

(Fotografía de Rafael Alberti, Aitana Alberti León y Mª Teresa León)

Incluimos un relato y unos poemas de Aitana Alberti León:

COMO APLASTAR HORMIGAS

Para Abir-Al-Janabi, in memoriam

Abir-Al-Janabi cumplía quince años. Ese día, sus padres la llevaron al centro de la ciudad. En la salita reservada de un restorán modesto, la familia se reunió a agasajar a la joven. Cantaron, bailaron, por una vez comieron hasta saciarse, y agradecieron desde lo más hondo del corazón a Alah el milagro de estar reunidos y sobre todo vivos en esa fecha de celebración. Fueron felices durante unas horas, porque habían decidido ignorar a toda costa, aunque fuera por brevísimo tiempo, el infortunio que se había abatido sobre su país.

Curiosamente, durante el almuerzo no se escucharon explosiones. Tampoco hubo tiroteos en las cercanías. Abir-Al-Janabi pudo reír y bromear con sus familiares más queridos. Hasta le permitieron algunos pasos de una danza moderna, los brazos del hermano mayor en torno a la cintura. De qué baile se trataba nunca lo sabremos.

Llevaba un vestido nuevo de suaves colores. Le regalaron un collarcito de plata. Era una muchacha de grandes ojos negros, muy hermosos. Toda ella era hermosa. Alta, espigada, de tez suavemente encendida.

A la salida del local, con las primeras sombras, desde un jeep del ejército ocupante unos infantes de marina dieron el alto a la familia y verificaron la documentación. Eran muy jóvenes también. Bajo los cascos, los rostros lucían demacrados, indefensos, como de criaturas atrapadas en un juego cibernético circular, cuyo final fuera simplemente el reinicio del horror.

Por primera vez desde el comienzo de la guerra, el día en que cumplía quince años, Abir- Al-Janabi se sorprendió pensándolos tan parecidos a ella que estuvo a punto de sonreír. Los soldados la miraron y vieron unos preciosos ojos y la alta figura detenida al borde de la acera.

A instancias mías, aquella tarde seguimos a la familia hasta su casa. Me las arreglé para regresar solo algunas veces. Espiar la rutina diaria de aquellas personas se convirtió en mi único objetivo. Cumplía las órdenes de mis superiores como un autómata, sin importarme nada lo que pasaba a mi alrededor. Revivía en los raros momentos en que me convertía en una especie de cazador oculto. Entonces sí me sentía poderoso, único, diferente a todos aquellos soldaditos atiborrados de antidepresivos. Ella siempre salía con alguien mayor: madre, padre, tío, abuelo, hermanos y hermanas…

Una mañana, finalmente pude seguirla. La acompañaba un niño. Su silueta era inconfundible. La hubiera reconocido en medio de una multitud. Por supuesto, no supe cómo se llamaba hasta ahora. Fue fácil acorralarlos a la altura de un edificio en ruinas y obligarlos a entrar. Al muchacho lo neutralicé de inmediato. Ella no gritó. Tampoco intentó huir mientras me ocupaba de su hermano. Estaba como paralizada. Ni siquiera lloraba.

Le arranqué la ropa que llevaba encima. El pelo, muy largo y espeso, le cubrió la espalda hasta más abajo de la cintura. Ese pelo extraordinario me volvió loco por completo. Su cuerpo era precioso. Tal como me lo había imaginado sin ver ni un pedacito. Ella nunca dijo nada. Mantuvo los ojos cerrados todo el tiempo menos al final, cuando comprendí que debía matarla. Entonces los abrió. Esos ojos son la única cosa que voy a recordar de esta maldita guerra.

Tengo que estar aquí un año todavía. A lo mejor vuelvo a casa en un saco de plástico. Porque en este país, amigo, ¿qué significa matar gente? Es… como aplastar hormigas.

(Basado en las declaraciones del soldado estadounidense que violó y asesinó a la joven Abir-Al-Janabi, publicadas en la prensa durante la guerra de Irak.)

 

Libro Aitana~1

(Portada de Las flores del bien)

A continuación adjuntamos cinco poemas de Las flores del bien, que reúne textos dedicados a otras tantas mujeres creadoras: Ana Frank, Alfonsina Storni, Dulce María Loynaz, Fina García Marruz y María Teresa león. (Libro-Arte de la Editorial Cuadernos Papiro, Holguín, Cuba, 2015. Tirada de 100 ejemplares en papel manufacturado, numerados y firmados. Diseño e ilustración: Rosa Leticia Leyva Azze. Edición: Tatiana Zúñiga).

 

Je suis belle, ô mortels! comme un rêve de pierre,
Et mon sein, où chacun s´est meurtri tour a tour,
Est fait pour inspirer au poète un amour
Eternel et mouet ansi que la matière.
Les fleurs du mal
Charles Baudelaire

 

A Ana Frank

Con el alma apretada de dolor,
el trigo derramado por el suelo,
las ratas muertas,
el corazón sangrante,
la frente sudorosa
y la mano dormida.

Con la miseria negra por las calles,
los aviones rasgando las estrellas,
la mar alerta,
el cadáver deshecho,
el puñal escondido
y la muerte que espera.

Con las casas vacías
sin estela,
surgiste de la bruma,
niña azul de la guerra,
el pecho transparente
y en el pecho una estrella.

Con la noche de espanto y de misterio
te mataron el alma.
Sin brújula tu cuerpo,
sin color las pupilas,
y tu sangre corriendo
como el agua.

Buenos Aires, 1954

 

A Alfonsina Storni

NANA

Dormiré pronto
prepárame los lienzos y las horas
prepárame almohadas perfumadas

Necesito el encrespado calor del vellocino
que has de robar por mí
porque la noche será fresca
larga la travesía
y persistente el llamado del sueño

A las aves nocturnas solicita
aquietar el acecho
aparta la mirada de la estrella
mucho me dolería en la pura distancia su fulgor

Para mi cuerpo triste
amado mío tiende
esas sábanas azules
que pasan a lo lejos amarradas
al sollozo del viento
y di en mi nombre adiós
a la belleza de todo lo creado

 

índice

(Imagen del índice del libro de autor, hecho a mano por Aitana Alberti León, del poema de Dulce María Loynaz, «La canción del agua»)

A Dulce María Loynaz

POEMA DE LA CANCIÓN DEL AGUA

Sabe a abriles y a diciembre sabe
a abrazo adolescente
a tornadiza ráfaga
sabe a fiesta en el alba
sabe a salto que salta por el aire

Sabe a súbita nube sabe a sueño
sabe a cristal de nieve sabe a gota
desmadejada en pétalos callados

Sabe a quiebra de espejo sin remedio
a humo manso en el centro del otoño
a secretas acequias
a reflejo lunar
a temblorosa sábana
a la mojada curva de los cuerpos dormidos

A veces se desboca y en el monte
sabe a alta cumbre derrumbada al llano
A veces sabe a subterráneo anhelo
aprisionado por ardiente lava

A veces sabe a grito y sabe a barro
a veces sabe a tierra cuarteada
a veces sabe a súplica y ceniza
a vórtice infernal
a cataclismo

A veces sabe a viaje sin retorno
a pañuelo en los ojos del doliente
a barco ebrio a estelas fracasadas
a faro que confunde las orillas

A veces sabe a algas y a delfines
a sirena lacustre a juncos como labios
al clamor de la sangre
a azules gozos a mejilla amada

A veces sabe a infancia
y tanto sabe
que este solo sabor
se roba el cielo

Es el agua viviente
el agua el agua

 

A Fina García Marruz

Releyendo “Tus pequeñas pisadas en la arena”

…la joven madre
la joven madre ella
acaso yo?
nosotras…

El niño de oro es mío
Es mis niñas de oro

La risa
el dorado en la piel húmeda
trenzas al viento frente al mar
Una y otra
son el niño de oro
perfecto
en el poema

Niñas mías de oro

Lágrimas
mis ojos solo lágrimas
El poema
poema solamente
pero
ah qué vida
qué estremecimiento
qué rumor de alas
qué herida el tiempo!

10 de marzo de 2013

 

A María Teresa León

MATER DULCISSIMA

De nuevo nacer.
Virgilio Piñera

Anoche me llegaste madre no sé de qué lugar
tal vez de dentro de mí misma o de algún paraíso
donde las madres al fin hallan reposo

Eras una envolvente cercanía
un agua clara derramada sobre mi inquietud

Madre exacta destinada a mi solo tamaño
me descubriste mundos a tu justa medida
El halo de tus pasos ciñéndome abarcándome
irradia todos los posibles caminos

Anoche nuevamente fui la recién venida
que los astros te dieron
Qué descanso saberme pura inocencia deseada
Así madre en tu vientre quiero partir un día
He de llamarte entonces
Regresarás a mí para nacer mi muerte

 

Por último incluimos un poema inédito:

 

POEMA DE LOS QUINCE AÑOS

(Viaje a China, marzo-mayo de 1956)

1
Si tú cavaras y cavaras
en medio de la calle que pasa por tu casa,
si yo cavara y cavara
junto a las murallas del Palacio Imperial
al final nuestros pies se encontrarían.

2
Tú no estás
y ya pueden las estrellas
llorar toda su luz
sobre mi hombro.

3
Las aguas corren hacia el mar.
¡Ah!, si pudiera seguirlas…
¿Pero quién cuidaría mis flores
del melancólico viento del otoño?

La luna huye con el alba.
¡Ah!, si pudiera seguirla…
¿Pero quién velaría por ti,
estanque en donde tantas veces
dejé caer mis lágrimas?

Tantos viajeros pasan rumbo al Norte.
¡Ah!, si pudiera seguirlos…
¿Pero quién cuidaría de ti, amor mío?
¿Quién te protegería
del melancólico viento del otoño?

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