(Fotografía de Daniel Fuster)
Antonio Cabrera acaba de publicar en Tusquets, Corteza de abedul. Se presenta el 10 de junio en la Llibreria Ramón Llull. Ofrecemos a continuación unos poemas, acompañados por fotografías de la Sierra de Espadán, del propio autor, para que los lectores interesados por la buena poesía tengan un anticipo de la belleza de este libro.
Si desea ver la colaboración de Antonio Cabrera en Firmas invitadas de Uno y Cero Ediciones, pinche aquí
CORTEZA DE ABEDUL
TRAJE a casa, hace tiempo,
un poco de corteza de abedul.
Aun reseca conserva la misma palidez
a la que fui a asomarme entonces, gris
de octubre y bosques fríos, lavado por las nieblas;
no ha perdido tampoco las trazas
de aquel rosa
tenue. Está muerta
a la manera viva
de la materia vegetal, de corrupción difusa.
Traje a casa corteza de abedul
para tener al lado, junto a todo lo mío,
una cosa que fuera lo contrario
a mí,
antídoto de mí, piel convocada
de algo que me enfrentó y toqué, salud
venida de lo ajeno, un bien sin aura,
el sello de un presente en su verdad más simple:
el árbol y delante yo, y un hueco
separándonos, aire separándonos.
Corteza de abedul que fue abedul tan sólo,
mientras yo, siendo yo, acercaba mi mano.
CUMULONIMBO
CÓMO te expandes yendo a nada,
nube imparable.
En ti, febril y majestuosa, ¿qué miramos?
Eres lo diferente
despegándose,
agua decepcionada, tropo altivo,
vapor de decisión.
Aumentas
hacia la lluvia y el relámpago,
y al desplomarte en agua y luz quebrada
la tierra te derrota.
O creces
como lánguido yunque de vacío
hasta deshilacharte,
andrajo de un gran no.
ORACIÓN
PASOS que doy
bajo los brotes nuevos
de las moreras, sendas
entre cañaverales,
conducidme
a la orilla de lo que me descarta,
aun estanque
donde no me refleje,
a un lugar desde donde volver.
AUTORRETRATO
ENTRO en mi casa. Cada paso que doy
ya no es en ella avance sino meta,
ya no es aumento sino retracción.
Llego a mi sitio, tan vacío: silla
que es ancla, mesa que abre mi paréntesis.
Fuera, la magna claridad del día,
olvidado lo visto en el regreso.
Suprimo entonces rostros y palabras,
al fin disueltas las conversaciones.
Y expulso de mi mente los retazos
de azul cielo que aún permanecían;
borro también el acto que los borra.
Tomo asiento. Se rehacen mis facciones.
Soledad, ahora sí,
ya puedes ser el fondo informe y fiel de mi retrato.