Rafael Escobar nació en Belmonte (Cuenca). En 2001 se licenció en Filología Hispánica por la Universidad de Castilla La Mancha y desde 2003 ha trabajado como profesor de enseñanza secundaria en varios centros de la región. Actualmente ejerce la docencia en el IES Jorge Manrique de Motilla del Palancar (Cuenca). En 2005 ganó el primer premio del Certamen de Jóvenes Artistas de Castilla La Mancha en la modalidad de poesía. Fue seleccionado para la Antología de joven poesía manchega, Inmaduros, de Jesús Maroto y ha publicado poemas en varias revistas literarias como Turia o Ex-libris. En 2009 obtuvo el XXV Premio de Poesía Joaquín Benito de Lucas por la obra Todo el mundo debería ser apedreado, publicada por la editorial Melibea, en 2010. En 2012 publicó los poemarios (recopilados en un solo volumen) Repartir los huesos y Caridad y claridad en la editorial Coco y recientemente, a finales de 2014, Cerca de la herida en el sello Tigres de Papel.
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Incluimos a continuación algunos poemas de su libro inédito Sino a quien conmigo va:
ODA AL GASOIL
Adoras escribir en tu cuarto, con la puerta cerrada
con los ojos huidos, volados, atentos al trayecto de la luz
que tamiza en la armonía clara de su voz
los pasos que silencian en su viaje los muertos dulces,
adoras las pascuas, los sábados, los huecos del tiempo
que ofrendan un reposo amable, soledad,
instantes en que se revela tu identidad como el milagro
de saber la verdad de tu pan en la sangre de todos.
Pero más aún, con vivo amor impotente,
adoras esos versos que relumbran su metal entre la miseria,
ganados al cerco del frío, a la carga plomiza del insomnio,
hallar una cita entre el recibo del gas y la loca de la casa,
ser tú entre la apariencia impía de este desencanto
que empaña la alta dicha del aire
y afirma en su peso la cartografía de la derrota,
amas el oro velado en la herrumbre como un alquimista,
cribar el trigo perdido en el corazón de la siembra,
encontrar un poema pronunciando tu nombre en la entraña del dolor
como quien descubre un arco iris en un charco de gasoil.
PRIMERA NADA
Mi primera nada no era como la definitiva,
como la que me aguarda tras un ciclo de tiempo vano
tropezando las sendas del extravío,
mi primera nada era un apremio de semilla,
una sombra herida de sol que transparentaba
el augurio de piel ofrecida que incendia el vacío,
un labio colmado de aliento de porvenir
que desafiaba la apariencia de la muerte
y ensanchaba la previsión de canto en el fruto,
mi primera nada era el presagio claro de mí mismo, de todos
los que alzamos una boca de sed compartiendo este aire
que sustenta la ruina de nuestro anhelo,
nada pequeña, nada delgada con dedos de niña,
nunca volverás a ser rosa presentida en mi sangre
y se hará el tañir nacido de tu lumbre
un eco tan lejano como el sueño de la infancia,
nunca mi inexistencia será una tierra de promesa fértil
donde se escuche entre pobreza removida el latido
de nacer para el ser dueño feliz de cuanto amo.
LA SIESTA EN VERANO
(A Juan Gil-Albert)
No duermo. Velo con el pulso encendido el instante de ser,
estoy desnudo, espiando en su paso de ala por la ventana
el sendero claro que sigue el tiralíneas de la luz,
sintiendo cómo crea la vastedad de pureza de un bosque
el animal que bebe en su misma sangre apaciguada
Intento leer. No lo consigo,
los signos bailan sacudiéndose el peso de su rigidez,
imagino una comunión fraterna de labios abiertos, de abrazos,
estoy desquiciado por el aliento a rama en flor de la vida
que llevo en volandas por la piel como un amuleto mudo.
No duermo. No hundo los párpados un momento. Es imposible,
temo que en un hueco previsto de sombra
se deshaga el temblor de miel aguerrida de esta felicidad,
que suene el viático que apaga el corazón del fruto
y en su murmullo de abandono se afirme la certeza
de que el tiempo se inclina vencido hacia su olvido
y un día estaré muerto.