Conversación con Víktor Gómez: la desigualdad entre mujer y hombre

(Fotografía de Jana)

Iniciamos hoy, a punto de comenzar la noche de Reyes, una entrevista en torno a uno de los temas más importantes de la historia de la humanidad: la igualdad entre sexos. Víktor Gómez habla de esto en su nuevo libro de poemas, Mediodía.

 

1. Explícanos el dibujo de portada de tu nuevo poemario, Mediodía.

 

 

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La portada y la cubierta es obra del ilustrador leonés Joaquín Olmo. Es una imagen de carácter simbólico. Vista desde alzado, un exprimidor de frutas, dentro del cual hay una mujer desnuda y el zumo que gotea es su sangre. La mujer exprimida en la arqueología de la historia. Obedece a la lectura que del libro hizo el artista. Mi interpretación personal de tal dibujo, y que en el libro trato, es la de la situación de la mujer en una sociedad durante milenios patriarcal. La desnudez de la figura es esencial. Los trajes, los disfraces, pueden dar rasgos culturales, económicos, ideológicos dispares, reduccionistas, al problema. Aunque las mujeres empobrecidas del Tercer Mundo, si además son musulmanas y lesbianas tienen la peor de las suertes para sobrevivir, no quita que el problema del feminicidio, del machismo, del patriarcado pringa a toda mujer de una manera u otra. Y al igual que en la cárcel, sólo se ve lo que es en realidad un ser humano, cuando es despojado de todos sus atributos. En su desnudez y desamparo, en la exprimidora, todos los huesos crujen parecido, todos los tendones y carne de destrozan parecido, todas las “reses” (seres) que podría interpretar desde el libro homónimo de Esther Ramón agonizan y se desangran igual.

2. Consideras que las mujeres hacen un gran esfuerzo para desarrollar su currículum profesional, atendiendo, además, a mil cosas relacionadas con la familia. ¿Cuál podría ser la solución a este problema?

Un gran esfuerzo, que no acaba de compensarles, ni recompensarles, que ha multiplicado las muertes por enfermedades cardiovasculares así como las patologías mentales, ansiedad, estrés, depresión, diferentes tipos de cáncer… El tema de la incorporación de la mujer al mundo laboral es la historia de una nueva sobre-explotación y de un engaño que arruinó, una vez más, la posibilidad transformadora que tiene la mujer en el sistema-mundo que nos rige. Porque la mujer se incorporó al mundo laboral bajo las estrictas reglas de competividad y rentabilidad por encima de cualquier otro criterio, pero con una consideración de obreras o empleadas menos capacitadas, sólo por cuestión de género. Ellas se esforzaban por ser “excelentes” en sus labores y la recompensa era salarios más bajos, evaluaciones laborales más bajas y la imposibilidad de alcanzar puestos relevantes de dirección o toma de decisiones, salvo en los últimos tiempos que se les va permitiendo participar de puestos de dirección o mandos intermedios si son más “sistema” que los propios hombres. Hay honrosas excepciones, pero sigo pensando que las mujeres más influyentes en España, según diversos estudios, son mujeres que van contra las mujeres, que miden todo por beneficios y control del poder. A esto hay que sumar que en casa también son en la mayoría de los casos las que ejercen de empleada y responsable. Cuidan no sólo el hogar, sino a la familia (ascendentes y descendientes e incluso a su pareja). Es el principio de Wendy que llaman los psicólogos, ellas necesitan ser muy buenas en todo porque sienten una inmensa presión social y familiar (conviene ver al respecto de esa presión familiar de las mujeres contra las propias mujeres el reciente trabajo fotográfico de Gema P. Asensi sobre el Álbum familiar). De esa presión viene, esto es una hipótesis mía, gran parte de las enfermedades psicosociales que afectan a un sinnúmero de mujeres (cáncer, infartos, depresiones y estados de ansiedad).

La solución es compleja y requiere cambiar los parámetros por los que se rigen las relaciones humanas. Hay que desactivar dentro de la mente de los hombres, que ejercen el poder o que les gustaría ejercerlo (que están fuertemente “programados” desde hace siglos para considerarse por encima de las mujeres en derechos y virtudes) y, además, hay que liberar a las mujeres de esa presión injusta, excesiva, torticera, y dejarlas construir también reglas sociales, de convivencia, de trabajo. Una re-educación de toda la sociedad, empezando por los niños (como bien insisten Mar Benegas, Vanesa Pérez Sahuquillo, Laura Giordani…). Una educación en valores sostenida por una ética de mínimos donde el ser persona (lo transgénero) sea el punto de partida, y donde todo lo demás, trabajo, dinero, labores, esté en beneficio de las familias o los individuos. “La salud de los vínculos” es para mí la clave. Y digo salud, porque los vínculos forman un ecosistema, y sólo me es válido cuando todos y cada uno de sus integrantes vive para la felicidad y es querido y ama al resto, no hay competividad, sino colaboración y ayuda mutua, no hay acumulación sino uso y disfrute de bienes comunes.

3. Hombre y mujer son iguales ab origine. Incluso en algunas mitologías son un solo ser. Lo hemos olvidado y el hombre ha ocupado, desde hace siglos, el lugar preeminente. ¿Es una lacra para el progreso social y humano?

Lo es, como bien se ve en dos magníficos libros Desde la oscuridad de Marta López Luaces y La Nada que parpadea de Yaiza Martínez. Ambos fundamentales para situarse en este espinoso y larguísimo trauma histórico-social.

Es la gran lacra que desde hará al menos seis mil años se impuso por “la espada y el escándalo”, es decir por la fuerza bruta (violencia física, militar) y por la mentira (engaños, dominio mental vía religiones o ideologías). Las sociedades avanzan científica y tecnológicamente, pero no espiritualmente, es decir, no amorosa, compasiva, gratuita, amigable, respetuosa, generosamente.

En mi opinión somos uno el universo, el mundo, los continentes, las regiones, los ecosistemas naturales o sociales, los pueblos, los barrios, las familias, cada ser vivo. Tú y yo somos parte de ese Uno. Así que es del todo absurdo y estúpido que tú o yo hiciéramos daño a otra persona, ser vivo, río o monte, pues nadie es tan tonto de automutilarse, de envenenarse, salvo en su ignorancia, el ser humano.

Hombres y mujeres no es para mí una división adecuada para entender el asunto. Hay muchas formas distintas de ser de los hombres, las mujeres, los transexuales… es más complejo. Todos iguales en derechos y obligaciones. Pero en este mundo tan vertical y desigual, los que más obligaciones tienen para con el resto son los que más han acumulado riquezas y patrimonios. Desgraciadamente, no suelen ser los que más comparten. El progreso social y humano quizá pase por cambiar la palabra progreso por convivencia o salud de los vínculos. Porque progreso está demasiado vinculado hoy a lacras como la hipervelocidad, la sobre-producción, la contaminación,  la destrucción de zonas vírgenes naturales, la esclavitud de niños, jóvenes y adultos del Tercer mundo, el enriquecimiento de una élite muy reducida, las ganancias vía mundialización de las guerras en más de cuarenta lugares del planeta, el desarrollo de tecnologías y avances científicos en manos de multinacionales de dudosa moralidad… Pero en la idea moderna de progreso no cabe una educación cívica que potencie las capacidades creativas de los niños que el día de mañana formarán la sociedad adulta. Y así nos va con el progreso: vivimos en sociedades super-industrializadas y tecnificadas, enfermas anímica y moralmente. No: progreso no. Salud de los vínculos, inteligencias compartidas y colaborativas en red, en horizontal, y respeto y dignidad para todo ser humano, para todo ser vivo.

¿Cómo pueden los políticos hablar en nombre del progreso al tiempo que mantienen por Europa campos de refugiados (eufemismo) para los que no tienen refugio ni amparo, o dejan morir a miles de balseros que huyen del hambre y la guerra, o mantienen, CIEs por toda España? El Centro de Internamiento para Extranjeros en Valencia (Calle Zapadores) es la vergüenza de nuestra supuesta ciudadanía democrática y “progresista”. Lugar donde se saltan todos los derechos humanos. En plena ciudad. Hemos de cambiar el paradigma de la sociedad. No una sociedad de acumulación, sino de distribución equitativa y avance mutuo a formas de vida y convivencia más sanas y gozosas. Justamente los avances en tecnología y ciencias hoy ya permitirían jornadas de trabajo de cuatro horas, por ejemplo. O con lo que se produce de alimentos a nivel mundial, una distribución equitativa y humanitaria acabaría con el hambre. No digamos vacunas para el llamado Tercer Mundo, que no es sino la masa humana de sometidos y empobrecidos para que el llamado Primer Mundo viva en su burbuja de Progreso y Modernidad. Un ejemplo, si en una sala hay treinta y tres mujeres y seis hombres, el uso genérico para ese grupo debería ser “ellas”, con total naturalidad, sin reivindicar nada, por pura mathesis y observación.

4. El hecho de tener una ideología de izquierdas no supone que se tenga respeto hacia la mujer, que se respeten los derechos humanos. Ahí tenemos las opiniones de autores soviéticos sobre las mujeres -Maiakovski, por ejemplo, Mandelstam-, o la forma cómo la Bauhaus enviaba a las mujeres a los talleres de hilados. Digamos que esta diferencia, esta esclavitud que hace invisibles a las mujeres, no la advierten -o no quieren advertirla- los hombres.

En todas las revueltas o revoluciones históricas, que las han comenzado hombres y mujeres, como por ejemplo la tan admirada Revolución Francesa, el papel de las mujeres ha sido siempre traicionado. Así fueron asesinadas por sus propios compañeros, como por ejemplo Olimpia de Gouges. Una vez acabada la revuelta francesa, los derechos que Condorcet planteaba para las mujeres fueron severamente negados por sus compañeros revolucionarios hombres.

Es cierto que de manera generalista, ni izquierdas, ni centro, ni derecha, ni las religiones del Libro (cristiana, judía, musulmana) en sus praxis y en sus doctrinas mayoritarias le han dado un trato de igualdad a la mujer. ¿Por qué Dios no iba a ser mujer? O mejor aún, por qué se olvida que “Abba” que es como el Jesús histórico llamaba a su Dios, significa igualmente Papá-Mamá. El hecho de que haya personas de izquierdas o derechas, ateos o religiosos, que sí tratan a sus compañeras como iguales “primus inter pares” incluso, no quita que las estructuras y los colectivos como tal, no lo hagan. En colectivos pequeños, de orientación anarquista, cristianos de base de la teología de la liberación, indigenistas, o ateos que viven en comunas hippies…, autosuficientes es distinto. Pero eso no cala lo suficiente para ser representativo de nuestro tiempo. Lo ampliamente mayoritario es que los hombres siguen defendiendo, con mayor o menor visibilidad, sus privilegios logrados durante siglos. El camino por recorrer, en este sentido, es largo. Aunque creo que empiezan a sumarse cada vez más hombres, con cuentagotas, a una lucha contra el patriarcado. Pero no siento que lo hagan tanto por una creencia religiosa o ideológica como por un despertar de su conciencia. Hemos de repartir los privilegios o abolirlos. Para ganar, los hombres hemos de perder. Y en ese perder, ser más humanos, libres, personas cívicas evolucionadas a mejor.

5. Habitualmente los hombres rehúyen hablar de esta desigualdad, también en el ámbito de la literatura, las artes en general y en todos los ámbitos.

Sí, ha venido siendo así hasta hace poco tiempo, quitando excepciones como el escritor H. G. Wells que escribió varias novelas de tema social, entre ellas Ana Verónica (Ann Veronica, 1909) en la que defiende los derechos de la mujer, el teatro de Lorca, y entre los pensadores, Michel Foucault. Los escritores no solían entrar en el tema directamente ni con un criterio científico de observador y narrador de lo que se veía en su tiempo, en su sociedad. En los últimos años, no obstante, hay una sensibilidad creciente en algunos autores, hombres conscientes de la necesidad de llegar desde el ecofeminismo u otras tendencias feministas a una situación donde se pueda abolir el patriarcado y restablecer las relaciones entre los seres humanos, una política transgénero, una cultura transgénero, una economía o un arte transgénero, que no es renunciar a lo que uno es, se siente, ama, reconoce, sino que esas identificaciones de cada cual en lo sexual-cultural no privilegien o censuren otras.

6. ¿No es llamativo que habiendo una aplastante cantidad de escritoras, de tanta calidad como sus colegas masculinos, no ocupen tan apenas espacio en los suplementos culturales? ¿Y qué decir de los éxitos en deportes? ¿No es por lo menos extraña esta situación?

Bueno, es fruto de lo que venimos hablando, seis mil años de patriarcado es mucho tiempo, una educación realmente alienante y deshumanizadora que ha calado muy dentro de la psique. Cambiar el paradigma patriarcal exigiría cambios a tres niveles. Primero, el del individuo, hombre o mujer, niño o adulto. Que sea consciente de que todo ser vivo merece respeto, amor, atención, las mismas oportunidades, derechos y obligaciones, sin distinción de sus condiciones de nacimiento, sexo, color de la piel. No que lo piense o racionalice, que lo sienta, que sea “consciente”, que abra lo ojos y lo vea aquí y ahora. La segunda cuestión es la célula básica de la sociedad, lo que se viene llamando familia, y que  son esos pequeñitos grupos de gente (independientemente de su orientación sexual y religiosa o atea), que deciden vivir juntos, bajo un mismo techo, y compartir tiempo, bienes y en su caso, hijos (naturales o adoptivos). Estos núcleos de convivencia son el primer lugar donde se manifiesta lo político, las relaciones de poder y sometimiento. Hay que acabar de raíz con esas lógicas y prácticas. Y el tercer grupo sería la participación vecinal, asamblearia, local, de la ciudadanía, que debería trabajar para el bien común y con unos objetivos claros de equidad y compasión, de generosidad y ayuda mutua, cuidar de que los bebés, los niños, los adolescentes se críen en ambientes humanizados, bajo una ética de mínimos y un aliciente hacia el pensamiento divergente y creativo y una afectividad sana, amorosa, inspiradora de logros y avances en su camino hacia la autonomía e inteligencia lograda, que incluye conocimientos y experiencias donde no quepa el maltrato de ningún ser vivo, del ecosistema, de los bienes comunes. Si el tejido social se fortaleciera, se fortaleciera la salud de los vínculos, de ahí no saldrían tantos mandamases corruptos y las gerencias de los Agentes Sociales serían más humanitarias, menos torticeras y destructivas. Ni qué decir que un cuarto grupo, que aquí no voy a tocar, serían los voluntarios que sin afán de lucro ni poder ejercieran de políticos para coordinar la redistribución de los bienes y servicios de cada ciudad, provincia, país, estado, continente, mundo.

7. ¿Y los intelectuales no sienten el deber de romper con esta injusticia? ¿No sienten que es su obligación superar esta desigualdad que vulnera los derechos humanos más elementales?

Habría que saber a quienes consideramos las/los intelectuales de nuestra época, primero. Y luego valorar si tienen acceso a los Mass Media, al gran público, cada vez más anestesiado, fruto de la educación anestesiante que viene dándosele a los niños desde la segunda mitad del siglo XX. Lo explica muy bien Ken Robinson en este enlace

Sobre a quiénes consideramos realmente personas con una formación cultura elevada, brillante, multidisciplinar orientada a mejor conocer las necesidades de la humanidad y no a lo que expone el diccionario: “Que se dedica fundamentalmente a actividades o trabajos en los que predomina el uso de la inteligencia.” Porque un catedrático en una materia especializada para la R.A.E. y mucha gente es un intelectual, pero en mi humilde opinión es un obrero cualificado y especializado. Lo que haría que este catedrático o una persona autodidacta fuera un intelectual en el sentido antiguo de sabio, serían unos conocimientos y experiencias transdisciplinares, un pensamiento divergente y creativo y una profunda base ética que le impulsara hacia un saber más amplio y multidisciplinar para comprender mejor la realidad, el mundo, el ser humano. Es un tema complejo, pues las personas más cercanas a la sabiduría que he conocido, sea por ejemplo José Luis Sampedro, Chantal Maillard, Jorge Riechmman, Soledad Fariña, siendo muy reconocidos en ciertos pequeños círculos de personas con interés verdadero por el bien de la vida colectiva, planetaria, no suelen tener las mismas facilidades ni reconocimientos populares, incluso eruditos que otros profesionales de la cultura, con afanes e intereses personales en ser reconocidos y exitosos. Los tres que he nombrados aspirantes a la sabiduría (y sensibles a la desigualdad de género), casi sabios, se sabían o saben que no saben casi nada, y no aspiran al poder, a someter a los demás a una ortodoxia determinada que le encumbre a él/ella o les enriquezca simbólica o económicamente. Así que la labor en no dejarse deslumbrar por un currículum, por un cargo o puesto en la sociedad, sino por qué dice, cómo lo dice y desde dónde lo dice. La escucha atenta, reflexiva, abierta, liberada de prejuicios y desinstalada de nuestros gustos o preferencias, puede ayudar a detectar el valor de las palabras de esas personas que se acercan a la sabiduría, ese saber que se sabe apenas nada, y desde ahí se empieza a hablar, escribir, dialogar, crear, compartir. Es fundamental subir en conocimiento científico y humanístico a las personas que configuran la base de la sociedad. Sin eso, son prácticamente “legos” en las materias que van a decidir su futuro, nuestro futuro, el futuro de la humanidad. Es una responsabilidad de los gobiernos y de los llamados intelectuales, animar al conocimiento y al saber, desde propuestas legibles, amenas, sustanciosas, para tener una sociedad bien formada e informada y que no obre por actos de fe en temas capitales, como las elecciones de sus dirigentes políticos o el rechazo o aprobación de leyes, acuerdos, que influyan en nuestra economía, alimentación, modo de desarrollar las ciudades, programas de estudios, sanidad…

8. ¿Los hombres, en la mayoría de los casos, necesitan que las mujeres sean siempre objetos sexuales?

Siempre y nunca son palabras difíciles de encajar en una aseveración, en una pregunta. Venimos programados por una mala educación desde la sociedad patriarcal, vertical, de poder, de ambiciones desmedidas y fútiles, de cosificación del otro. Así que, desde el aspecto cultural, entiendo que un número importante de hombres ven en un primer momento a la mujer como objeto de su deseo, deseo sexual, deseo de dominación, deseo de posesión. Si vemos la televisión, la publicidad, las series o películas comerciales, ahí se potencia esa mala educación. Y antes de que existieran la televisión e internet, el cine y la radio, las leyes y normas civiles, daban un estatus de ciudadana de segunda a la mujer libre, no digamos a las mujeres empobrecidas o esclavas. El hombre debe liberarse del pensamiento, tal cual se lo han inculcado desde niño, de hacer las cosas para ganar tenencias, dinero, poder, posesiones, patrimonio. Ese pensamiento económico, pragmático materialista, que se impone incluso en la vida sentimental, íntima, es muy pernicioso, e incluye cosificar a las mujeres como objetos sexuales. Creo que, paralelamente a los movimientos feministas de mujeres, deben impulsarse movimientos de re-educación de los hombres, donde asociados los hombres recuperen su dignidad y valor, dejen de ser torturados y torturadores bajo la influencia de la sobreabundancia de adquisiciones, trofeos, conquistas, enriquecimiento material, cosificación de los otros. Y despierten sus valores y sensibilidades tanto masculinas como femeninas y empiecen a mantener una relación de tú a tú con las personas del otro sexo, o de su sexo, y extendiéndome más de tú a tú con la naturaleza, no como posesión, sino como parte de uno mismo. Lo amoroso, la amistad, la cordialidad, el respeto, la salud de los vínculos parte desde la idea de que la humanidad entera es una porción de la naturaleza, del planeta, y en la medida que se toma conciencia de ello se trata con el mismo cuidado al otro, o lo otro, con el que se trata uno mismo. Una verdadera relación de amor o amistad no es ni posesiva ni vertical. Es, fundamentalmente, una relación entre iguales, libre y generosa, gozosa y de sutil identificación con lo que el otro siente, sufre o goza, precisa o le sobra. También de sutiles diferencias, complementariedades, enriquecimientos mutuos y ayudas mutuas naturalizadas, sin necesidad de cálculos o matemáticas de rentabilidades, costes o beneficios. Volviendo a la relación entre dos personas, hombre-mujer, hombre-hombre, mujer-mujer, cuando uno domina y el otro es cosificado o sometido, estamos sembrando un germen, un virus, terrible para toda la sociedad, un virus destructivo, envilecedor. El machismo es una lacra que pesa aún demasiado en las sociedades del siglo XXI, que adopta muchas formas, se camufla o adapta de muchas maneras, en el lenguaje, en los modos y maneras, y que sólo será superado, creo yo, cuando hombres y mujeres tomen conciencia de que o vamos a una sociedad de iguales, transgénero, y nos cargamos el patriarcado, o la amenaza de destrucción del mundo como lo conocemos no está a más de sesenta/setenta años. Y aterrizando más en tu pregunta, creo que hay todavía muchos hombres que cosifican a la mujer. Y algunas mujeres que van contra las mujeres, reforzando esta estúpida jerarquización y modo de sociedad, aprovechándola en beneficio propio desde un egocentrismo tan instalado en nuestro modelo viegente de sociedad fragmentada, dividida, enfrentada unos con otros.

En poesía es un tema que deberían afrontar los hombres: su sexualidad, en relación a modos de ejercer el poder, lo político, desde lo íntimo. ¿Serán capaces de desnudarse? De no teorizar, sino analizar cómo en la intimidad son con el otro, la otra. Porque ahí es donde comienza la maravillosa aventura de este siglo: la liberación del patriarcado y del capitalismo. Y es un proyecto simultáneamente individual y colectivo, a mi modo de ver.

Gracias por permitirme charlar con la gente, abiertamente. Mis palabras  no pretender convencer ni vencer a ninguna persona, ni a sus propios pensamientos. Eso sí, pensar juntos, deliberar juntos y juntos replantearnos cómo somos y cómo podríamos ser mejores. Salud y Bien. Os deseo a todas “lo suficiente”.

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